Los demonios lo conocen,
habla con autoridad,
y su palabra obedecen
porque dice la verdad.
Y aunque los demonios mienten
se tienen que doblegar,
porque ante Cristo no pueden
esconder la realidad.
Sus ojos todo traspasan,
nada se puede ocultar,
Él puede leer tu alma,
saber en qué estado está.
El pecado lo detesta,
cuesta tener humildad
y rechazar la soberbia
que hace que vuelva a pecar.
Y el demonio que te tienta
sabe que no escapará,
cuando el pecado confiesas
Cristo de ti lo echará.
Tuve un pequeño exorcismo
cuando me fui a confesar,
al renunciar a mí mismo
doblegué mi voluntad.
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